Hay momentos en los que, en un videojuego, ante entornos diseñados de forma espectacular o que disponen de un grado de detalle que roza la realidad, a pesar de que debería avanzar en la historia, paso un rato contemplándolos, descubriendo cada rincón y sus detalles, viendo cómo la luz enfatiza algunos puntos, o simplemente disfrutando de la calma que transmiten.
En esos momentos se genera una conexión muy especial entre el juego que tengo entre manos, las sensaciones que me produce y el equipo que ha estado detrás dando forma a todo ello. Es similar a esas ocasiones en las que tienes que releer una frase de un libro que te ha encantado o agarrarte a la butaca del cine por la emoción que te transmite la película.
A veces también me sorprendo fantaseando con lo que pensaba que iba a ser mi profesión frente a lo que es en realidad. No es que me queje o que me sienta desilusionado con la arquitectura (al menos no del todo todavía), pero en la carrera la forma en la que se enfoca nuestro futuro puede provocar ilusiones de que el día a día del arquitecto se centra en generar grandes diseños de edificios. Pero una vez llegamos al mundo profesional, la mayor parte de nuestro trabajo no tiene nada que ver con eso y la sensación es otra muy distinta: los arquitectos estamos atados y limitados a la hora de desarrollar la profesión y no hay ninguna facilidad para construir, ni por la administración ni por la consideración en la que nos tienen los clientes; somos un ente que estorba en el proceso constructivo.
Pero en el mundo digital, esos escenarios descritos al inicio, al igual que un edificio en la realidad, han de ser pensados y diseñados para poder ofrecer una buena experiencia. El equipo creativo debe basarse en unas referencias y generar modelos con los que configurar y definir los espacios, ¿no podría nuestra labor ser útil ahí? Pero pueden surgir algunas preguntas críticas ante esa situación: ¿Un arquitecto en los videojuegos? ¿Existe tal figura? ¿Puede hablarse de arquitectura en los videojuegos?
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