La serie de artículos ‘Ciudades Virtuales’ comienza desde la nostalgia, con la ciudad de Eirulan de Dungeon Siege 2, juego de 2005 para ordenador, con el que he vuelto a dar después de muchos años. Algo tiene esta saga que me ha acompañado desde 2003 y aún la disfruto como un niño.
La aventura comienza en la ciudad de Eirulan, donde somos apresados por las dríadas del lugar, que habitan en las copas de los árboles selváticos, desde donde progresan alejadas del resto de culturas y con la vida ligada a la naturaleza. Es un tipo de emplazamiento que ya hemos visto en otras producciones, llevando al extremo el concepto de la cabaña en los árboles para convertirlo en urbe.
La vida entre estos árboles se lleva a cabo a través de terrazas y plataformas, que conectan los diferentes edificios y que a la vez funcionan de enlace de diferentes cestas transportadoras que sobrevuelan la ciudad mediante raíles. De este modo, nos encontramos distintas agrupaciones de edificios basadas en grandes terrazas clasificadas por sus usos: la terraza de comercios, la de descanso, la del Gran Salón…
No obstante, la ciudad no se nos presenta entera de buenas a primeras, sino que tendremos que ir ganando la confianza de nuestras captoras para que nos permitan ir visitando las zonas más importantes de su ciudad progresivamente. Del mismo modo, los entornos para un juego de esa época no podían tener las magnitudes que tienen las ciudades virtuales actuales y da la impresión de que no somos conscientes de toda la ciudad; esto es un tema del que ya se podía tratar en la primera entrega y en muchos otros juegos, ya que apenas vemos casas y edificios que no sean los más emblemáticos del lugar y que nos permitan avanzar la trama.
La referencia real
Construida con madera de pino y secoya del lugar, la Redwoods Treehouse ofrece una visión de fantasía que conduce a la infancia y a esta misma idea de cabaña de madera en los árboles. Obra de Peter Eising y Lucy Gauntlett de Pacific Environtment Architecture en 2008, ya no es un edificio para el gran público, pero podemos disfrutar de imágenes y recuerdos de cuando soñábamos con jugar en las alturas o en este caso, cuando disfrutamos de Eirulan en el ordenador.
Para conseguir sustentar este curioso elemento, el proceso constructivo se basa en tres anillos metálicos que rodean al árbol que le da sustento, desde donde parten vigas y soportes de madera que conforman el suelo y la cubierta. Estas dos plataformas horizontales se rigidizan mediante elementos verticales que conforman el aspecto de cesta y su cerramiento.

Proceso constructivo de la Redwoods Treehouse
Para acceder a la pieza, anteriormente un restaurante, se recorre una pasarela también de madera que conduce a la cota de 10 metros sobre el suelo de la plataforma del edificio, y que con sus antepechos permite al visitante rodearse de los árboles en una vista privilegiada desde las alturas antes de acceder al elemento principal.
Una vez dentro, la fachada que desde lejos parecía un cerramiento opaco, se revela como una piel incompleta, ya que sólo los elementos estructurales y otros listones más delgados conforman los límites, permitiendo que el aire, la luz y las vistas atraviesen sus límites y bañen el interior.

El interior y el exterior se unen
Nota: la Redwoods Treehouse la he conocido gracias al blog Pedacicos Arquitectónicos, y a su desafío semanal «¿lo reconoces?»: