‘Room’, Cambiando la escala del mundo

Con Los Odiosos Ocho (Quentin Tarantino, 2015) vimos cómo un espacio de pequeñas dimensiones condicionaba las relaciones personales de sus protagonistas, que se veían obligados a convivir en un lugar cerrado. Pero, ¿qué pasa cuando un lugar tan pequeño y aislado es todo nuestro mundo desde que nacemos?; ¿qué ocurre cuando cuatro paredes nos acompañan desde el despertar hasta la noche y toda información externa proviene de una claraboya?

En ese claustrofóbico entorno viven Joy, víctima de un secuestro que se ha prolongado siete años, y su hijo Jack, que nació cinco años atrás ya en “La Habitación”. Y es que en esta historia La Habitación tiene entidad propia: es todo un universo para el pequeño, pero una prisión para Joy, quien ansía el mundo exterior del que nada conoce su hijo.

Entre estas paredes el pequeño aprenderá que sus limitaciones tienen dos caras, y que la escala de su mundo es reducida en comparación con lo que puede abarcar. Pero para él no importa, ya que todo tiene otra dimensión: cada elemento de mobiliario tiene una entidad y cada recoveco una historia. Obligado a crecer en ese espacio, él le otorga nuevas dimensiones y aprende a jugar con sus limitaciones, interactuando con las sombras que la poca luz natural genera o con el suelo y las paredes… siendo capaz de construir su vida sólo con escasos elementos.

Sin embargo, llegados a la mitad de la película, la escala vuelve a cambiar. Con un ejercicio de constricción total del espacio de Jack -al envolverlo en una alfombra-, se le capacitará para abrirse completamente al mundo, sustituyendo el pedazo de cielo de la claraboya por un intenso y real cielo azul que lo deja atónito. Cuando el secuestro se resuelve tras ese impactante cambio, Joy debe readaptarse a un nuevo presente y Jack debe construir una vida prácticamente desde cero, comenzando por romper las barreras que le impiden hablar con otras personas y adaptando su cuerpo a las dimensiones del nuevo mundo que se le presenta.

En ese nuevo entorno, recibiremos una reflexión exquisita sobre la sociedad, acompañada de los sentimientos de Jack, a quien le cuesta adaptarse a los nuevos espacios de su día a día. Él nota el paso del tiempo de forma distinta a como lo hacía en La Habitación, y defiende  que, como las personas vivimos en muchos más espacios y todos ellos son inmensos, tenemos que distribuir nuestro tiempo de forma más rápida para poder dosificar la vida en cada uno de ellos.

Y no sólo podemos aplicar la reflexión a los espacios. La propia Joy considera que los juguetes de nuestro mundo deberían encantar a Jack, pero él está acostumbrado a otro ritmo, a aquel que sugerían su imaginación y creatividad. Nuestra sociedad nos empuja a expandir nuestras necesidades, imponiendo más rapidez en nuestros quehaceres: «necesitas esto», «usa aquello», «tira lo otro»... son frases que nos bombardean para consumir de forma rápida productos y nuestro tiempo. Tras La Habitación, vemos que ese tiempo consumido se relaciona mucho más intrínsecamente con las distintas paredes que nos rodean cada día y que nos hacen recordar que, por pequeño que sea nuestro entorno, la verdadera expansión que necesitamos se encuentra en nuestro interior y no al otro lado.


Este artículo se publicó originalmente en el blog del Festival Internacional de Cine y Arquitectura – FICARQ

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Germán Valle
A pesar de que soy arquitecto desde 2015 y estoy empeñado en ayudar a construir, creo que más allá de la rigidez de nuestro mundo laboral hay lugar para los arquitectos al otro lado de la pantalla, donde podemos aportar nuestra visión y conocimientos al equipo creativo de los mundos que visitamos en la ficción.

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